-Son las botas de Pablo, son de plata. En el mundo no hay nada igual a esto. Mientras la posea seré rico.
-¿Es de plata? - le dije.
-Ah, no sé. Sólo sé que son las botas de pablo, son de plata y superguays.
Momentos después sentí unas ganas enormes de poseer aquellas botas de plata. Si estuvieran en mi poder podría lucirlas en la discoteca y causarles envidias a todas mis conocidas .
Le dije a ese tal Pablo, al cuál aún guardo recelo:
-En la casa tengo guardado un millón de copas. Son bañadas en oro y brillan tanto o más que un cuchillo jamonero. Te cambio mi cuchillo por tus botas de plata.
Dijo de mala uva:
No quiero.
Dije
-¡Venga hombre no seas así!
Entonces dijo:
¿Qué parte no entendiste del no quiero?
Dije :
-Vale sigue tu vida y olvidame si es que puedes.
Se dió la vuelta. Una cuchillada en la espalda y con eso bastó, marqué el terreno con el cuchillo. Tenía cerca La Mar, el cuerpo quedó arrojado en ella.
Al llegar a casa busqué las botas. Es la hora que aún no las encuentro.
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